Rosalind Franklin: la pionera olvidada de la doble hélice del ADN
Cómo el compromiso de una mujer con la ciencia jugó un papel crítico en la decodificación de los misterios fundamentales de quiénes somos.
En nuestra serie dedicada a las contribuciones de científicas a la salud mundial, hoy hablamos sobre Rosalind Franklin, que sentó las bases para uno de los mayores descubrimientos científicos de los últimos cien años.
Lo que sabemos sobre el ADN —y específicamente sobre la estructura de doble hélice de la cadena de ADN —ha sido uno de los pilares de nuestra comprensión de la vida en la Tierra. Ha revolucionado el modo en que vemos a las plantas y los animales, y ha transformado nuestro abordaje de la medicina.
Fue descubierto por primera vez por los científicos Francis Crick y James Watson, y les valió el Premio Nobel de Química en 1962. Su historia, sin embargo, a menudo omite las contribuciones de una tercera científica pionera: la química y cristalógrafa inglesa Rosalind Franklin, que murió antes de que se entregara el premio, pero cuyos cálculos y medidas desempeñaron un papel fundamental en el descubrimiento.
El trabajo fundamental de Franklin sentó las bases para que comprendiéramos quiénes somos, un descubrimiento de profunda importancia filosófica y científica, cuyos ecos aún resuenan hoy.
Observación de cristales
Nacida en Londres en 1920, en el seno de una destacada familia británica judía, Rosalind Franklin asistió a la escuela St. Paul para niñas, una de las pocas instituciones que en esa época enseñaba física y química a las niñas. A los 15 años, Franklin ya sabía que quería ser científica, a pesar de que su padre la desalentaba activamente debido a las dificultades que en esa época afrontaban las mujeres en esa carrera.
No obstante, estudió química en el Newnham College, en Cambridge.
Después de la universidad, Franklin trabajó en varios puestos de investigación científica, pero tal vez el más importante haya sido el que ocupó en 1947 como investigadora de cristalografía de rayos X en París. La cristalografía de rayos X es una técnica utilizada para determinar la estructura atómica y molecular de un cristal midiendo los ángulos y las intensidades de rayos X difractados. El método ha sido utilizado para estudiar la estructura de materiales orgánicos e inorgánicos y se sigue utilizando hoy en el desarrollo de nuevos ingredientes activos.
Con su experiencia en cristalografía, Franklin regresó a Inglaterra en 1951 para aceptar una beca en el King’s College, en Londres. Si bien su beca era para concentrarse en el estudio de proteínas a través de la difracción de rayos X, hubo un cambio de planes después de que Maurice Wilkins, subdirector del laboratorio de biofísica del King's College, logró obtener una muestra particularmente pura de ADN de timo de ternero. El equipo de Franklin realizó estudios cristalográficos de ese ADN.
Utilizando equipos de rayos X y una microcámara, Franklin y el estudiante de posgrado Raymond Gosling tomaron fotografías de esas muestras y las analizaron. En mayo de 1952, tomaron una foto sin precedentes, etiquetada como la número 51, que proporcionó la imagen de difracción de ADN y su patrón helicoidal más claros hasta el momento.
Fue esa fotografía, junto con su análisis preciso de los datos de la difracción de rayos X, los que inspiraron a Crick y Watson para distanciarse de su idea inicial de una molécula de tres hélices y hacer los cálculos necesarios para desarrollar el modelo de doble hélice de la cadena de ADN que hoy conocemos.
Crisis de crédito
Sin embargo, los resultados de la investigación de Franklin pasaron a Crick y Watson sin que ella lo supiera. Wilkins había compartido la "Fotografía 51", mientras que las observaciones detalladas de Franklin se incluyeron en un informe informal enviado a un colega de Crick y Watson en la Universidad de Cambridge. De hecho, Franklin había estado trabajando con Gosling en su propio modelo de doble hélice, pero para el momento en que publicaron sus hallazgos en julio de 1953, Crick y Watson ya habían dejado atónito al mundo científico.
En sus memorias, La doble hélice, Watson reconoció haber utilizado los datos de Franklin sin su permiso. Sin embargo, por su parte, Franklin no expresó resentimientos por el asunto y aceptó sin problemas el modelo de Watson y Crick. De hecho, más tarde se hizo amiga de Crick y su esposa.
Lamentablemente, no fue una amistad duradera, ya que Franklin murió de cáncer de ovarios en 1958 a la joven edad de 37 años. Había pasado sus últimos años lejos del ADN, estudiando virus y, en especial, la poliomielitis. Watson dijo más tarde que, si Franklin hubiera vivido más tiempo, hubiera recibido un Premio Nobel por sus contribuciones a la elaboración del ADN. Crick y Watson recibieron el premio en 1962.
El pilar fundamental de la vida
El trabajo crucial de Franklin en el descubrimiento de la estructura del ADN le ha asegurado la inmortalidad científica. Sin la pasión que la llevó a investigar, quizás no hubiéramos dado los enormes pasos en la ciencia y la medicina que hemos visto en los últimos 50 años.
El conocimiento de la estructura del ADN no solo ha transformado por completo nuestra comprensión de cómo funciona el cuerpo sino que está revolucionando el modo en que combatimos las enfermedades crónicas. Hoy en día, podemos observar las diferencias individuales en la configuración genética de una persona y desarrollar tratamientos en consecuencia.
El valor del descubrimiento de la doble hélice, y de las contribuciones de Franklin para llegar a él, continuará siendo válido en el futuro.