Anticoncepción femenina: las mujeres que lucharon para hacerla posible
La anticoncepción femenina ha cambiado el mundo: Margaret Sanger y Katharine Dexter McCormick lucharon para que esto fuera posible.
Cuando 200 historiadores de renombre debatieron acerca de cuál había sido el avance que había tenido el mayor impacto en la sociedad en el siglo 20, llegaron a la conclusión de que no había sido la teoría de la relatividad de Einstein, ni la bomba nuclear, ni la potencia de las computadoras y del Internet. Había sido la píldora anticonceptiva.
Al darles a las mujeres la posibilidad de decidir si y cuándo querían tener hijos, la píldora anticonceptiva redefinió la idea de familia y el rol de las mujeres en la sociedad. Al empoderarlas dándoles mayor control sobre su cuerpo, la píldora anticonceptiva ayudó a dar inicio a la revolución sexual y al feminismo moderno, además de tener un impacto significativo sobre la salud materna y la mortalidad infantil.
Y además de eso, la dedicación, la determinación y la convicción firme de dos mujeres extraordinarias, Margaret Sanger y Katharine Dexter McCormick, desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la píldora anticonceptiva.
De la tragedia personal a la revolución social
"Es tu culpa. Mamá murió porque tuvo demasiados hijos". Eso le dijo una Margaret Higgins de 19 años a su padre el día del funeral de su madre en 1899. Nacida en 1879, la sexta de 11 hijos, en una estricta familia católica irlando-estadounidense de Nueva York, Margaret había visto en la vida de su madre una tragedia de pobreza y enfermedad resultado de las presiones de una familia numerosa.
No existía una solución evidente. Los anticonceptivos no solo no estaban a disposición de las mujeres, sino que, debido a las leyes de decencia pública de la época establecidas por la Ley Comstock de 1873, el mero hecho de hablar sobre salud sexual podía ser motivo de condena. Margaret decidió dedicarse a cambiar eso.
Cambiando la historia
Poco tiempo después de la muerte de su madre, Margaret se formó como enfermera y se casó con el arquitecto y radical político William Sanger. En 1912, comenzó a escribir una columna periódica en un diario de Nueva York titulada "Lo que toda chica debería saber", a través de la cual informaba a las mujeres sobre el ciclo menstrual y la salud reproductiva y abogaba abiertamente por los derechos reproductivos de las mujeres, aunque algunos de sus textos fueron prohibidos de acuerdo con la Ley Comstock debido al uso de las palabras "sífilis" y "gonorrea".
Dos años después, en 1914, fundó The Woman Rebel ("La mujer rebelde"), un periódico radical en el que afirmaba que toda mujer tenía el derecho de ser "la dueña absoluta de su cuerpo". En 1916, además de publicar un libro que reunía una colección de sus columnas, Sanger abrió una clínica que ofrecía información sobre anticoncepción y en la que se colocaban diafragmas a las mujeres. La clínica atrajo a más de 400 mujeres en sus primeros nueve días de funcionamiento.
Sanger y sus socias fueron procesadas por su trabajo, por lo que comenzaron a trabajar para cambiar también las leyes. En una serie de procesos judiciales, Sanger defendió los derechos de las mujeres a tener acceso a información sobre anticoncepción. Mientras tanto, siguió ampliando su clínica hasta convertirla en una red de centros de salud para mujeres, que llegaron a ser 25 para 1920. Esta red sentó las bases para instituciones modernas como Planned Parenthood (la Federación de Planificación Familiar de Estados Unidos).
Sin embargo, el rol de Sanger no se limitó al activismo social, sino que también tuvo un impacto directo sobre el desarrollo de la píldora anticonceptiva misma.
El precio de la anticoncepción
"Las mujeres necesitan una píldora anticonceptiva confiable que sea tan fácil de tomar como una aspirina", había dicho Sanger después de ver la complicada situación de las mujeres sobrecargadas con familias numerosas. Su visión preveía un método de anticoncepción eficaz y seguro que pudiera reducir los embarazos no planificados, así como los problemas a menudo relacionados con ellos. Era una visión compartida por muchas mujeres, principalmente por Katharine Dexter McCormick.
Desde que era estudiante de biología en el MIT, Dexter McCormick había sido una defensora activa de los derechos de las mujeres. En 1904, se casó con Stanley Robert McCormick, heredero de la fortuna de la empresa International Harvester. Lamentablemente, unos pocos años después, a Stanley le diagnosticaron esquizofrenia y, para 1909, había sido declarado legalmente incompetente. Después de esto, Dexter McCormick se dedicó a sostener proyectos filantrópicos.
Conoció a Sanger en 1917 y ambas trabajaron juntas en iniciativas para promover la legalización de la anticoncepción en Estados Unidos, lo que incluyó la colaboración de McCormick en el contrabando de diafragmas desde Europa a las clínicas de Sanger en Estados Unidos. Pero no sería hasta 1950, cuando Sanger conocería al fisiólogo estadounidense Gregory Pincus, una autoridad líder en el campo de la biología reproductiva, que su visión de una píldora anticonceptiva fácil de usar se haría realidad.
Sanger le pidió a Pincus una estima de cuánto costaría desarrollar un anticonceptivo oral eficaz; él calculó que, para empezar, se necesitarían al menos 125.000 dólares. Sanger recurrió a McCormick, que no solo financió la iniciativa, sino que utilizó su formación científica para supervisar de cerca el proceso de investigación. En total, McCormick donó 2 millones de dólares para sostener el trabajo de Pincus y sus colegas.
La píldora anticonceptiva se hace realidad
El origen de la píldora anticonceptiva se remonta, en realidad, a 1921, cuando el fisiólogo austríaco Ludwig Haberlandt demostró que la menstruación estaba regulada por hormonas producidas en el cerebro y los ovarios. Para 1929, el bioquímico Adolf Butenandt había logrado aislar la estrona, la primera hormona sexual femenina y, en 1938, Hans Inhoffen y Walter Hohlweg desarrollaron el etinilestradiol, el primer estrógeno activo por vía oral del mundo.
Estos descubrimientos fueron claves para el trabajo de Pincus y su equipo, al igual que el trabajo de un contemporáneo: Carl Djerassi. En 1951, Djerassi sintetizó la norentidrona, el primer progestágeno sintético activo por vía oral. Pincus y su colega, el Dr. Min Chueh Chang, luego demostraron que funcionaba en animales. Y en 1956, junto con el ginecólogo graduado de Harvard, el Dr. John Rock, realizaron las primeras pruebas en humanos.
Fue necesario esperar hasta 1960 para que la FDA aprobara la primera píldora anticonceptiva oral, y su comercialización se enfrentó a la indignación de quienes creían que socavaría los valores tradicionales, pero su difusión no podría detenerse.
Un legado profundo
Margaret Sanger murió en 1966, pocos meses después de que la Corte Suprema de Estados Unidos legalizara la anticoncepción para parejas casadas. Pero el trabajo pionero que comenzaron Sanger y Katharine Dexter McCormick sigue teniendo un profundo impacto. En 2017, el 63% las mujeres casadas o en pareja en todo el mundo utilizaban algún tipo de anticonceptivo.
Hoy en día, existe una amplia variedad de métodos anticonceptivos diferentes, incluidos píldoras anticonceptivas, implantes, inyecciones y dispositivos intrauterinos (DIU). Todas las opciones disponibles existen para satisfacer las necesidades anticonceptivas particulares de cada mujer y su estilo de vida. Sin embargo, al igual que en la época de Sanger y Dexter McCormick, todavía queda mucho trabajo por hacer, ya que la cantidad de embarazos no deseados sigue siendo alta en todo el mundo: alrededor del 40%. Sigue habiendo muchos mitos, ideas equivocadas e información errónea en tema de anticoncepción. Por ejemplo, el hecho de no comprender la diferencia en la eficacia del método según se haga un uso perfecto o típico del anticonceptivo puede hacer que las mujeres no utilicen el método que es más adecuado para ellas.
Proporcionar a las mujeres acceso a información sobre planificación familiar sigue siendo tan importante como lo era cuando Sanger luchó tan aguerridamente para cambiar las cosas. El conocimiento es poder y es la clave para una planificación familiar confiable.